Siempre me sentí atraído por la lengua y por la cultura inglesa. Me encanta por ejemplo el humor de Los Monty Phyton, aquellos humoristas que sintetizaron en clave de humor la idiosincrasia británica en las décadas de los 60 y 70, pero asimismo me apasiona la literatura inglesa (Shakespeare, Austen, Poe, Brontë, etc.). Creo que por ello decidí estudiar Filología Inglesa. Con lo cual, y lógicamente, durante mi segundo año de carrera me fui de estudiante Erasmus a Londres. Pero cuando la compañía aérea me denegó el envío de todas mis maletas, me quedé atónito. Menos mal que Star Cargo, una empresa privada de transporte ubicada en el aeropuerto de Madrid-Barajas, se encargó de mi exceso de equipaje y de enviármelo a mi lugar de destino. Pues debo reconocer que por mucho que me apasione los usos y costumbres ingleses, en lo que se refiere al tema de la gastronomía, ya no comparto tanto dicha pasión. Entonces, ¡claro!, como buen español que soy, a mí que no me falte el aceite de oliva, el chorizo o lomo embuchado. Esa gelatina verdosa o consomés que sólo saben a agua caliente, ¡no los quiero! ¡Paso de comérmelos!
Envío de equipaje totalmente garantizado y seguro
Aunque el invierno en Madrid sea más bien rudo, no tiene nada que ver con el de la gélida y lluviosa Inglaterra. Por lo menos, así es como me lo habían pintado mis compañeros de la universidad y así era como mi familia (mi madre, sobre todo) y yo nos lo imaginábamos. Con lo cual, llevaba no sé cuántas maletas repletas de ropa de invierno de todo tipo: chaquetas de lana y abrigos acolchados con capucha, treinta gorros, bufandas, pares de guantes (“¡por si los pierdes!, que tú te lo dejas todo en cualquier sitio”, decía mi madre mientras preparaba las maletas…), jerséis de cuello alto, ropa térmica, mallas, botas de montaña, etcétera. ¡Vaya que hubiese podido irme al Polo Sur con todo ello y pasar el resto de mis días allí sin el menor problema! Y eso no era todo, ya que en otro par de maletas llevaba también garbanzos y lentejas, alubias blancas y pintas, chorizo y lomo embuchado (¡no lo puedo remediar!), galletas María y unas cajas de Miguelitos de la Roda y no sé cuántas cosas más… (“me han dicho que se comía muy mal allí, y bueno… así es como si te llevaras un poco de España a Inglaterra…”, lloriqueaba mi madre mientras llenaba las maletas de todos estos deliciosos manjares…).
Pero de todas las maletas que llevaba, ¡sólo una fue aceptada por la compañía aérea con la cual viajaba! No me quedó más remedio entonces que el de buscar una solución. Ésta la encontré, como os lo he subrayado más arriba, en la empresa de transporte privada Star Cargo, quien se encargó de mandar mis maletas a mi lugar de destino sin tener por ello que pagar los sobrecostes desorbitados que las compañías aéreas suelen establecer cuando se encuentran frente a un caso de exceso de equipaje. Además, no tuve que preocuparme por nada, puesto que ellos se encargaron de los trámites de envío, con todas las garantías y sin riesgos de pérdida del equipaje. Asimismo, me propusieron por si yo lo prefería así, mandar mis maletas a la dirección que les indicase para realizar el envío de mi equipaje hasta allí. Acepté.
Así pues, a día de hoy puedo decir que el año que pasé en Londres como estudiante Erasmus fue excepcional. Aprendí muchísimo y constaté sorprendido que no se comía tan mal en Inglaterra como yo y muchos nos lo pensábamos. Todo ello eran prejuicios tontos. También aprendí que los ingleses no eran ni soberbios, ni serios, ni antipáticos, que aunque el sol luciera con parsimonia, cuando salía los parques y jardines se llenaban de gente y de colores… Me encantó el lado cosmopolita de la ciudad, su diversidad étnica y cultural. Ese año me hice muchísimos amigos con los que mantengo el contacto. Probaron el cocido madrileño y yo algunos de los platos de sus países respectivos. Todo ello no hubiese sido posible de cierta manera sin la ayuda Star Cargo, por ello les seré siempre agradecido…